Oscar Boetti durante su presentación en el reciente Festival por el aniversario de General Pico. (foto gentileza Pablo Rivero)
Hace ya varios años se lo conoció en General Pico como periodista, cuando el oficio y la aparición de un nuevo diario lo trajo a esta ciudad luego de pasar por varios medios gráficos en Santa Rosa, además de formar parte durante algunos años del servicio informativo de Canal 3. Tras un par de mudanzas entre General Pico y la capital provincial, motivadas por distintas circunstancias de la actividad periodística, en el año 2006 volvió a radicarse en General Pico, donde se sumó a la redacción del diario La Reforma. Pero en enero pasado decidió abandonar el periodismo y se dispuso a terminar la grabación, y posterior edición, de un disco compacto que incluye nueve canciones de su autoría, tanto la letra como la música, además de otros cuatro temas de distintos autores.
Hace pocos días volvió a presentarse ante el público piquense como parte de la propuesta artística organizada con motivo de un nuevo aniversario de esta ciudad, tras lo cual REGION® lo entrevistó para conocer un poco más sobre su relación con la música y la edición de su disco, cuyo nombre es “Sentires”.
- ¿Desde cuándo estás vinculado a la música?
-Desde niño. A los ocho o nueve años cantaba algunas canciones folclóricas populares y me acompañaba con percusión. Tiempo después un familiar me regaló una flauta melódica, con teclas, y me di cuenta de que podía tocar algunas melodías con cierta facilidad. Entonces decidí comenzar a estudiar música. Estudié un año teoría y solfeo con una profesora y después seguí con un maestro de música que, además de seguir haciéndome solfear, me sentó al piano y empecé a leer las primeras partituras, al principio bastante elementales, por cierto. Al cabo de unos meses ese maestro me sugirió que estudiara piano, pero como para mis padres no era posible comprar uno -en ese tiempo hablábamos de piano acústico, no los electrónicos que ahora son tan conocidos-, me incliné por el acordeón y me compraron uno de ochenta bajos. A los pocos meses toqué por primera vez en público, en ese caso en una fiesta patria de la escuela. De ahí en adelante no paré más.
-¿Y el cantante en qué momento comenzó a aparecer?
-En los primeros años de la adolescencia. Seguía con el acordeón a piano, pero le pedí una guitarra prestada a un vecino de mis padres y comencé a copiar las posiciones de los distintos tonos para acompañarme. Al comprobar que de alguna manera podía hacerlo, me compré una y empecé a dedicarme más al canto y la guitarra que al acordeón. A los quince años formamos el primer grupo musical con otros tres amigos, y algunos meses después tocamos en público por primera vez en un baile de los llamados populares.
-¿Cuánto duró eso?
-En mi caso tres años, pero dos de los otros integrantes siguieron en otros grupos. La verdad es que no me gustaba la gran mayoría de los temas que teníamos que hacer. Y digo teníamos porque si no hacíamos ese tipo de canciones, que estaban de moda o eran muy difundidas, no nos daban bolilla ni los organizadores de bailes ni quien era nuestro representante. De treinta y cinco temas que podíamos hacer en una noche, eran de mi agrado a lo sumo seis o siete. Fue una linda época en algunos aspectos, pero reconozco que he tocado y cantado algunos temas que jamás se me ocurriría escuchar, muchos de ellos decididamente malos y hasta estúpidos. Pero al público parecía que les caían bien, entonces seguíamos recorriendo escenarios y cobrando un dinero que reconozco era interesante.
-Dejaste de dedicarte a la música por unos cuantos años. ¿Por qué?
-El periodismo me atraía. A los diecisiete años publicaba algunas cosas como colaborador. Hice un curso de alrededor de tres años en un instituto privado del oeste del Gran Buenos Aires, junto con un año y medio de publicidad. Pero recién a los veintisiete años comencé a cobrar un sueldo como cronista. Además, cuando aún era muy joven, un exitoso y popular conductor y productor me dijo en su oficina de la calle Libertad, en Buenos Aires, que si no me quedaba en la Capital Federal era imposible avanzar con algunos de mis temas. Porque lo primero que intenté fue que algún cantante hiciera y grabara una de las canciones que para ese entonces ya había escrito. En ese momento pensé que era demasiado joven para quedarme en Buenos Aires -no había cumplido los dieciocho-. Pero pocos años después ya había asumido algunas responsabilidades personales y familiares que hicieron que desistiera de esa hipotética “mudanza”.
-¿Y el regreso cuándo se produjo?
-Todo volvió a ponerse en marcha en el año 2009. Había vuelto a componer, y ese año hice algunas de esas canciones en una informal pero muy grata propuesta que compartí con mi amigo Sergio Rossini, a la que llamamos “Decires y cantares”. La mayoría de las canciones del disco son del año 2007 en adelante, aunque hay una -el segundo track- que es mucho más antigua. La hice en 1988 inspirando en Martín Barroso, nuestro recordado “Petete”, y la incluí a la manera de un humilde homenaje. Se llama “Historia repetida” y está escrita en tiempo presente, porque en esa época la muerte de ese recordado personaje piquense era algo impensable. También hay un tema que durante algunos años tuvo en su repertorio el grupo vocal Iraupén, que fue revelación en Cosquín en el ’92 ó ‘93, no recuerdo bien, y que yo nunca había cantado como solista a pesar de ser el autor.
-¿Hay alguna canción que sea tu preferida en el disco?
-La primera tiene una gran importancia para mí por razones afectivas. Es con la que volví a componer después de muchos años. Se llama “El dolor no alcanza”. Pero hay otra que también me gusta mucho, especialmente por la forma en que describe imágenes y situaciones del pasado, cuyo título es “A que no te imaginas”. Además, utiliza mucho el recurso literario de la repetición, que aunque puede ser un “arma de doble filo” suele tener resultados positivos. De todos modos, en el disco no hay ninguna canción que no me guste por distintas razones. En realidad, solamente canto canciones que pueda sentir mías, aunque sea por tres o cuatro minutos si son de otros autores. Por ejemplo “Alma mía”, de Alberto Cortez, que también incluí en “Sentires”. Hasta podría decir que es una canción que hubiese querido escribir yo. Aunque a Alberto se le ocurrió antes; afortunadamente, claro.