El autor de la presente nota, Hugo Ferrari, caminando por una de las estrechas calles de Sorrento.
Notas en esta entrada:
- Viajando por Italia: Por algo nos parecemos tanto
- La televisión italiana
Una nota de Hugo Ferrari - Especial para Semanario Región
Quiero contarles algo de lo que acabo de vivir en este cuarto viaje a Italia, pero sin caer en el lugar común de describir sus bellezas naturales, su rica historia, sus museos, sus templos, sus catedrales, sus teatros griegos y sus artes antiguas.
Prefiero en esta ocasión hablarles de los italianos que traté y que supongo son el reflejo de la cultura común de los habitantes, salvando el hecho de que por razones étnicas hay ciertas y marcadas diferencias entre los del norte y el sur y entre sus distintas regiones.
Dicho de otro modo les contaré de los italianos actuales porque en muchos casos son nuestros parientes europeos más cercanos, ya que una mayoría de hogares y apellidos de Argentina provienen de los inmigrantes salidos de la bota del Mediterráneo.
Acabo de cruzarla de sur a norte (desde Siracusa en la Sicilia hasta Milano junto a los Alpes suizos) y de oeste a este (desde la Liguria hasta el archipiélago de Venecia en el Adriático). Estuve en nueve de sus veinte regiones administrativas, aunque no puedo decir que ya conozca Italia.
Simplemente mi curiosidad y mi tendencia al diálogo aún con desconocidos, me lleva a ofrecerles hoy los siguientes apuntes:
Nuestros parecidos
Es verdad, como me dijera Santiago Tassan luego de explicarnos en la Isla de Murano la antigua técnica de “soplar para hacer botellas”, que “In realtà gli argentini sono italiani che parlano spagnolo…”
Nos parecemos en nuestros temperamentos: Los italianos son muchos. Nada menos que cincuenta y nueve millones de almas en un territorio menor que la provincia de Buenos Aires. En las ciudades al menos para hacerse escuchar entre tantas voces, casi todos hablan fuerte, a veces a los gritos y como ni siquiera así se entienden recurren inevitablemente al maravilloso idioma de los gestos.
Como me explicara Bruno Fiori en uno de los tantos caffè de Palermo, “nosotros hablamos con las manos por supervivencia y si no lo hacemos nos volvemos invisibles”.
Los italianos suelen ser gritones y rudos, protestones y discutidores como lo son entre nosotros los porteños. Pero existe otra razón para la semejanza: A Buenos Aires vinieron los napolitanos y los de más abajo que se destacan por bulliciosos y precipitados. A La Pampa en cambio llegaron los piamonteses y sus vecinos del norte, trabajadores de la tierra y un poco más tranquilos y silenciosos.
En términos generales no hay gente más parecida a un italiano del sur que nuestros porteños: gritan, gesticulan, se llevan por delante, conducen sus autos como se les da la gana, no respetan las reglas de tránsito (en Pico tampoco) y dicen algunos que son garcas y ventajeros como ellos.
El fútbol y la política
En los temas recurrentes también hay semejanzas. Siendo tan religiosos prefieren hablar de fútbol y aunque tengan tan cerca al Vaticano, los domingos les resultan sagrados no por la misa, sino por “il calcio”. Hay que ver en qué ciudades utilizamos determinadas casacas deportivas como vestimenta porque si llegamos a equivocarnos de colores nos arriesgaremos a recibir creativos insultos.
Otro tema usual es la política de la que sufren similares padecimientos. Alguien que dijo ser profesor de historia me confesó que piensa como Umberto Eco, que debieran morirse unos cuantos políticos en su país para dar paso a una nueva generación. Pero luego reflexionó: “Sin embargo los hijos de los políticos suelen salir parecidos a sus padres porque se alimentan desde chicos con sus mismos vicios y sus mismas ambiciones. Y no podemos desear que muera tanta gente…”.
Después de escuchar esto recordé a Umberto Eco (el autor de El nombre de la Rosa entre otras célebres creaciones) El escritor dijo una vez que “Italia es un país masoquista y tiene lo que se merece” aludiendo al difunto Silvio Berlusconi, a quien todos criticaban y nadie votaba pero terminaba ganando las elecciones. ¿En esto también nos parecemos…?
Un complejo indefinido
He notado también que algunos italianos reconocen en la intimidad padecer de un complejo de inferioridad y que quizás por eso mismo se esfuerzan por parecer superiores. Este es más vale un tema para la psiquiatría o la psicología, pero está claro que el complejo de superioridad suele ser un mecanismo inconsciente en el cual tratan de compensarse los sentimientos de inferioridad de los individuos, resaltando aquellas cualidades en las que sobresalen.
Se trataría en fin de un complejo indefinido para el observador, como el de los argentinos que procuramos salvar con nuestros éxitos futboleros las carencias vitales y nos enorgullece comprobar que somos reconocidos en el mundo por Maradona o Messi y no por personalidades de la ciencia, del arte o la política.
“Los italianos tenemos un complex de superioridad” me comentó en Padua un egresado de su magnífica Universidad. “Pretendemos ser los mejores en todo y en el fondo sabemos que no es así” Me dijo también que el italiano típico vive despotricando contra todo lo de su país estando en él (contra los políticos, el tránsito, la burocracia, los servicios, etc.), pero que en cuanto viaja afuera se pelea con cualquiera que critique a Italia.
Pero aun así se advierte que ellos están sinceramente orgullosos de su rica historia, de sus monumentos, de tener Venecia y Roma, de la mamma, de la Ferrari y del romanticismo que entre gritos y palabrotas se les escapa. Me comentaron amigos de allá que en muchos “tanos” se denota de manera creciente una nueva ola de fascismo y otra de racismo. Aunque esto ocurre en general en Europa.
Es probable que en esta contradicción juegue la conciencia de ser Italia a partir del Imperio romano cuna de la civilización occidental y origen del mundo latino, aunque es bueno recordar que sus dioses fueron tomados de la mitología griega y adoptados con otros nombres.
Un tratamiento especial
Uno de los rasgos de esa idiosincrasia que nos acerca es el siguiente: Me pareció que a los italianos de los hoteles y restaurantes no les caen bien los españoles y esto se les nota bien en el trato inicial, serio y cortante. Sin embargo cuando uno les aclara que “soy argentino” modifican al instante su comportamiento. Allí es cuando sonríen y nos preguntan si vivimos en Buenos Aires o en donde, nos hablan de fútbol y nos dan toda la conversación del mundo.
El relato de una uruguaya residente (casi argentina) no pudo ser más elocuente: “Es increíble ver las similitudes, hasta los puestos de verdura se parecen a los nuestros, el carnaval, las procesiones, el fútbol, la música, la comida porque sigue siendo tradición comer pasta los domingos, siempre en familia, los 29 de cada mes ñoquis, también nos hablamos en alta voz, moviendo las manos. Y la burocracia es mortal.
Lo que me llamó la atención como rasgo tano por excelencia, es lo gregarios y familieros que son. En la mesa se sirven varios platos y mucho vino. La abuela, los primos, las tías y todos hablando a los gritos y festejando. Así nos llevemos a las patadas, la familia es lo primero”
Pero no todo es igual
Sin embargo no nos parecemos en todo: Italia es industriosa y agrícola. En el campo no se deja ni un centímetro cuadrado sin cultivar y la combinación de viñedos, olivares, cítricos y sembrados de verduras al pié y trepando las colinas semeja la obra prolija y policromática de un pintor excepcional.
Ocurre que los italianos de hoy no han abandonado la cultura del trabajo y el hábito del máximo aprovechamiento heredada de sus antepasados que conocieron las guerras mientras sufrían la pobreza extrema y la desocupación.
Aquí por el contrario, les hicimos ver a los descendientes de los esforzados inmigrantes que esta es una tierra de abundancia, capaz de darnos todos sin exigirnos casi nada. Y entonces perdimos muchas de las enseñanzas que aquellos nos dejaron.
En síntesis
Bueno. Digo que dentro de todo en Argentina subsiste una cultura italiana muy fuerte porque aquellos que vinieron (los abuelos de muchos de nosotros) dejaron sus costumbres muy arraigadas. Nuestro lunfardo se nutre de expresiones italianas deformadas, seguramente desde el tiempo de los conventillos hasta el fin de los días.
Y ¡Atenti pibe…! Me voy a hacer un yiro, me tomo una birra y después a manyar como en una festichola, antes que llegue el capo y me haga laburar…Siempre que hago fiaca él se mufa… Y ciao a tutti…
Un capítulo especial merece lo que pude ver por la televisión italiana (generalmente de la RAI) Los programas de entretenimientos o de figurones se parecen mucho a los nuestros, nutridos de frivolidad, hipocresía y sobreactuaciones. La música y las canciones con artistas en vivo no faltan.
Ofrecen mucha más información que la televisión argentina sobre los aconteceres del mundo y sobre todo de Europa. Los debates resultan casi siempre pesados y sus protagonistas casi siempre sobresaltados.
Por lo demás, pasan de un tema a otro sin agotarlos. Noté que como aquí nos ocurre, la memoria mediática es brevísima y las cosas más horribles se olvidan dos días después. Allá también puede más lo urgente que lo importante.