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Semanario REGION®

Del 30 de diciembre de 2020 al 11 de febrero de 2021 - Nº 1.432 - Año 30 - INPI 1983083

Estrés de fin de año: Qué nos llevamos de la pandemia 2020

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Cuando el año pasado escribí el artículo “Estrés de fin de año. Balance emocional y físico”, comenté acerca de que había un estrés mitigado que lo traemos de nuestros orígenes biológicos limitado a los mecanismos de acción y reacción para preservarnos de una situación de riesgo o alarma.

El estrés nocivo, que enferma, es el que se da de manera permanente, en nuestra “alocada” vida diaria especialmente en las grandes urbes asociadas a situaciones económicas, de inseguridad y socio-familiares que nos llevan a una permanente descarga de hormonas como catecolaminas y cortisol que desembocan en enfermedades cardiovasculares, oncológicas y psicosociales entre otras.

Este año que estamos terminando ha sido un emblema del estrés permanente. Una larga cuarentena para preservarnos del contagio del virus COVID 19, teniendo que incorporar a nuestras vidas ciertos hábitos como el distanciamiento social, el uso de tapabocas y la permanente higiene de manos y vestimenta.

Algo que nuestra especie humana desde sus ancestros la ha caracterizado es vivir en comunidad. A partir de allí hemos desarrollado costumbres como compartir una mesa, diversiones, estudio, trabajos e incluso sepultar a nuestros queridos difuntos.
Lo “virtual” en un principio fue una linda novedad. El “Home Office” pasó de ser un “qué bueno está esto. Estoy distendido en casa hasta en pijamas” a un “no me aguanto más no estar con mis compañeros y hasta ya no soporto a mi familia”.

La expectativa acerca de “cuándo se va a terminar esto”; “las complicaciones para salir de vacaciones”; “ni siquiera nos podremos juntar para las Fiestas de fin de año” genera emociones encontradas que pasan por un amplio abanico de sensaciones cuyos extremos van desde la obsesión del miedo al contagio hasta la rebeldía del “a mí nada me va a pasar o que todo es un gran invento”.
Así llegamos al fin del 2020. Cada uno sabrá cómo se siente y qué expectativas tendrá para el 2021.
Y aquí juega un rol central nuestro nivel de “resiliencia”. Recordemos que este término se refiere a la capacidad de transformar una situación negativa en un aprendizaje para transformarla en experiencias de crecimiento y madurez.

Personalmente soy un convencido de que “nada pasa porque sí”. Quizás la Humanidad estaba necesitando un freno para darse cuenta que el individualismo a nada nos lleva. Que nos necesitamos mutuamente. Aprender a confiar y buscarnos más unos a otros.
Que somos “frágiles” y que un diminuto virus puede acabar con la vida. La muerte nos golpeó de cerca a todos… quizás nos pueda eso llevar a valorar más la Vida, cada momento. No vivir tanto con el reloj y sí más con el corazón. Vivir menos con la tecnología y sí más con nuestros oídos y gestos para hacer bien al otro y a uno mismo.
Ser más Humanos y menos Robóticos…. Aprender a gozar y valorar lo que tengo y lo que soy. Aprender a reconocer en el otro lo bueno y aceptar lo que no es y creo que debería ser y no malgastar energía en que sea como yo quiero que sea.
Muchos aprenderán del 2020… otros seguirán igual, inmersos en sus problemas muchas veces inventados o generados por la imprudencia, el egoísmo o el materialismo irracional.

Colaboración: Dr. Miguel Carlos Sangiovanni, Máster en Hipertensión Arterial y Mecánica Vascular de DIM Centros de Salud
M.N. 78.412 // M.P. 222789