A lo largo del tiempo los hombres vinimos arrojando flores sobre la mujer, sin que ello se tradujera en una mejor vida de relación para ella, porque las mujeres constituyen el único grupo explotado de la historia que ha sido idealizado hasta la impotencia.
Por lo tanto no agregaré vanos elogios que solo alimentarían la literatura. Me conformaré con tomar reflexiones de gente lúcida y de hechos que suponemos ciertos y ver de qué manera el mundo les hizo caso.
La primera reflexión es propia: ¿Saben ustedes qué reclamaban aquellas 129 trabajadoras que murieron quemadas en el incendio en la fábrica textil de Nueva York y que diera lugar a la conmemoración del Día Internacional de la Mujer? Pues, reducción de la jornada laboral a diez horas, un salario igual al de los hombres por las mismas actividades, el fin del trabajo infantil y mejores condiciones de empleo.
Fíjense ahora si cambiaron mucho las cosas desde el histórico incendio. Se ve que aquel fuego no le resultó purificador a la humanidad.
En medio de la espesura, del atroz aislamiento y del temor que suponía marchar hacia los ranqueles de La Pampa, el coronel Lucio Mansilla apuntaba en su libreta: “Hay héroes porque hay mujeres”, y cabe suponer que así traducía su visión sobre el motor del hombre, tanto de los que avanzaban al encuentro con la muerte como de los que defendían con la vida sus derechos naturales.
Machado supuso que “el hombre no es hombre hasta que se siente nombrado por los labios de una mujer”, y la voz -supongo- puede provenir tanto de la madre que inclina su rostro sobre el pequeño fruto de sus desvelos como de la hembra ardiente de pasión.
Alguien, que amó mucho a su guitarra y que obtuvo de ella los mejores goces y sonidos y que de ella aprendió la magia y el encanto, reflexionó que “por algo tiene formas de mujer”
Reflexiones
“Crecí besando libros y pan -decía el indio-británico Salman Rushdie, autor de “Los versos satánicos”-. Y agregaba: “Desde que besé a una mujer, mis actividades con el pan y los libros perdieron interés”.
-Kofi Annan, el ghanés que fue secretario general de las Naciones Unidas, observó que “En sociedades destrozadas por la guerra, frecuentemente son las mujeres las que mantienen a la sociedad en marcha”, lo que supone que la mujer no solo da vida sino que además la defiende y proyecta al futuro.
-Gabriel García Márquez confesó que en todos los momentos de su vida hubo una mujer que lo llevó de la mano en las tinieblas. Parece ser que la mujer suele ver en la oscuridad aquello con lo que los hombres tropezamos.
-Cortazar recordaba que su madre no era culta, que leía una mala literatura pero que a la vez tenía una gran imaginación. Decía que ella le enseñó a mirar el cielo y a buscar las formas de las nubes para inventar grandes historias. “Mis amigos no tenían esa suerte -deducía- No tenían madres que mirasen las nubes”
-Está claro que hay una mujer al principio de todas las grandes cosas. Y también que, como sentenciara John Lennon, “hasta detrás de cada idiota suele haber una gran mujer”.
-La lucha contra la inequidad absurda de los géneros no es nueva. Me he sorprendido al leer que Platón concebía un mundo igualitario. En su obra “la República” reconocía una misma naturaleza para los sexos, aunque esto les pareciera ridículo a los de su tiempo. Y debido a esta igualdad natural, era lógico para él que las mujeres tuviesen las mismas oportunidades cívicas y una educación igualitaria.
Platón afirmaba aunque pocos lo escucharan, que en un Estado no hay ninguna ocupación exclusiva de los hombres y que por consiguiente las mujeres debían tener derecho a ejercitarse en cualquier tarea incluyendo la política.
Aunque admitía que podían ser más débiles en el ejercicio físico de alguna tarea, no concebía que se les pudiera prohibir el acceso a las clases sociales de los guardianes o de los gobernantes. “Lo mismo que hay hombres que son aptos para la guerra y otros que no serían capaces de matar ni a una mosca, habrá mujeres aptas para la guerra y otras aptas para la producción” significaba. De alguna manera Platón se anticipaba en 2.300 años a la inclusión de las muchachas en la policía y las fuerzas armadas.
No me gustaría terminar esta nota sin acudir a la irónica alusión que sobre el fenómeno del femicidio con el que estamos conviviendo o conmuriendo en estos raros tiempos, dice Ramón Gomez de la Serna: “Los que matan a una mujer y luego se suicidan deberían hacerlo al revés: suicidarse antes y después intentar matarla”.
Y lo que habrá que admitir como en un mea culpa retrospectivo es que el problema de la mujer, aquí y en todas partes, siempre ha sido y sigue siendo, un problema de hombres.
Colaboración: Hugo Ferrari