La soberbia limita la capacidad de autocrítica.
La carencia de autocrítica genera la suficiencia.
La suficiencia no activa los controles de ejecución.
Los descontroles de ejecución provocan accidentes.
Los accidentes ofenden a los soberbios,
que no aceptan participar en las culpas.
C.B.
A veces la gente se pregunta ¿qué es lo que hay de fantasía en el mundo del cine? ¿qué es lo que hay de cine en el mundo de la realidad? Recientemente comenzó a exhibirse una película, en la que el protagonista era un candidato a senador por California, quien tenía el ya habitual equipo de asesores de imagen y de prensa. Repentinamente, ese candidato rompe con los libretos preestablecidos y comienza a actuar con letra y música de rap. La sorpresa de todos fue enorme. El final de la película queda en reserva, para que los espectadores lo descubran en su momento.
El actor de esa película exitosa, Warren Beatty, fue tentado en la vida real, como precandidato demócrata a presidente de los Estados Unidos de América. Cualquiera sea el fruto de esta tentación, el análisis del caso, película y realidad, nos lleva a repensar, que la crisis del hombre político en el mundo es seria y constante. Como lo dije en otras notas, el exponencial avance tecnológico no es debidamente acompañado por el crecimiento ético- social del hombre.
En apenas un siglo hemos pasado, de una población mundial de mil millones de habitantes, a seis mil millones. Esta saturación de nuestro planeta ha marcado, aún más, la lucha por el espacio, por el desarrollo y la convivencia humana. Todos los tipos de escasez que se van generando, implican una constante búsqueda de espacios de mayor libertad, igualdad y fraternidad. Lamentablemente esas banderas convocantes son enarboladas por líderes que actúan irresponsablemente en sus conductas y conducciones.
Las falsas promesas, que se dan en todas las campañas electorales, muestran las múltiples tentativas de defraudación popular. Cuanto más promete un candidato, más se aleja de lo viable. Bastaría que se comprometiera a ser un honesto y buen administrador de la cosa pública, para que la sociedad se beneficiase con su labor. El viejo derecho romano siempre nos habló sobre la obligación del mandatario de obrar como un buen padre de familia, en el manejo del compromiso asumido ante los ciudadanos.
La sola palabra de honor ha sido substituida por muchas palabras sin honor. Los discursos, y declaraciones en general de los hombres políticos, dan la sensación de los ya famosos, y nunca bien recordados, cuentos del tío, o de la tía, o del parentesco que quiera asumir el padrino de turno que aparezca como salvador.
La corrupción moral, y por lo tanto económica de ciertos políticos, semeja a veces, la de aquellas mujeres que ejercen la prostitución, y que se arreglan y pintan de forma tal, que sus posibles clientes no pierden tiempo en recitarle versos: How much? es el mensaje directo que están esperando.
Funcionarios honestos y patriotas, son condiciones básicas para hacer crecer un pueblo. Una honestidad que sea ejemplo cotidiano. Un patriotismo que no sea xenófobo, y por ende que respete a todos los habitantes del país; que cumpla con las leyes, dictadas por legisladores que actúen con equidad y justicia.
En los colegios y universidades, deberían desarrollarse trabajos de investigación sobre los discursos políticos y la realidad de los hechos. Una actualización constante de ellos, y su difusión, podrían convertir muchas piezas oratorias en testamentos políticos, no ya como legados de mensajes a otras generaciones, sino como adversas pruebas terminantes, que conviertan definitivamente a sus autores en increíbles.
Carlos Besanson
Publicado en el Diario del Viajero nº 651 el 20 de octubre de 1999 |