Continuamos en esta edición con la 3ra Parte de la nota (parte 1 - parte 2), cuya propuesta de viaje es recorrer una porción de Europa en auto, a partir del ingreso por Madrid, con una ruta bordeando el Mar Mediterráneo -sur de España y de Francia-, hasta atravesar Italia por el norte, llegando al Mar Adriático, en Venecia.
En la entrega anterior, hablamos del recorrido de Madrid a Barcelona, con una variante recomendada de paso por Valencia.
En esta entrega, abarcamos la etapa de Barcelona, en España, hasta Marsella, en Francia.
Foto: frontera española-francesa. |
El recorrido propone un tramo de 506 kms, que puede hacerse con gran agilidad, dado el buen estado de las autopistas y la no pérdida de tiempo en pasos fronterizos, gracias al Convenio Schengen (ver REGION® Nº 907).
El corazón turístico de Marsella se concentra en el «Vieux Port» -el viejo puerto-, poblado de miles de embarcaciones, desde donde parten barcos con paseos turísticos inolvidables. |
Partiendo de Barcelona
Luego de recorrer y aprovechar la multifacética Barcelona, segunda ciudad española, capital de Catalunya -que desde hace tiempo pretende crear un estado independiente-, el recorrido hasta la frontera nos llevará por cercanías de Badalona, Mataró y Girona.
Sin darnos cuenta, trasponiendo la cordillera montañosa de los Pirineos orientales, ingresaremos a Francia, atravesando Perpignan, Narbonne, Montpellier y Nimes, para llegar a la cautivante Marsella, la ciudad fundada nada menos que 600 años antes de Cristo.
El viajero notará que a pesar de los grandes accidentes geográficos que se deben atravesar en todo el recorrido, las autopistas se mantienen niveladas, atravesando montañas con largos túneles y transitando colosales puentes en medio del vacío. El GPS hace todo el trabajo (ver REGION® Nº 907) y es imposible perderse.
Marsella
Bajo la influencia de los romanos, la ciudad se convirtió en un puerto comercial. En el Siglo XIX la industria local del jabón hizo famoso el «savón de Marseille» y aún hoy perdura su mística. Luego de París, es el núcleo urbano más grande del país y creó el himno nacional de Francia. Tiene un clima templado todo el año, junto al azulado Mar Mediterráneo y los famosos acantilados blancos.
Su historia siempre ha estado asociada al mar y el corazón turístico se concentra en el «Vieux Port» -el viejo puerto-, poblado de miles de embarcaciones, desde donde parten barcos con paseos turísticos inolvidables.
Por dónde empezar
La recomendación es sacar un boleto en el bus «Le Grand Tour» (con audio en todos los idiomas, 21 euros por persona) y recorrer todos los vericuetos de este lugar de más de 2.600 años. Ni se le ocurra andar en auto en el centro, olvídese. Recuerde que con el mismo ticket podrá viajar todo el día, subiendo y bajando la cantidad de veces que se le de la gana.
En este recorrido podrá apreciar La Criée, el teatro construido en 1909; el impresionante Hotel de Ville -Ayuntamiento-del sglo XVII; el laberinto de callejuelas del Quartier du Panier, la parte más antigua; la Vieille Charité, conjunto de edificios antiguos donde se concentran varios museos; la Abadía de San Víctor, del Siglo V; el enorme retrato de Zinedine Zidane, héroe futbolístico local; la Corniche, carretera costera que nace en el viejo puerto y la famosa iglesia Notre Dame de la Garde, que se encuentra en el punto más alto de la ciudad, entre otros sitios de interés.
Con más tiempo
Varios museos merecen ser recorridos con guias especializados. Lamentablemente la mayoría de las guiadas son en francés o en inglés. Consultar con la Oficina de Turismo local, donde hay personal que habla español y cuentan con buena folletería.
Una excursión de medio día para aprovechar, es en barco hasta la isla rocosa de «If», descubierta en 1516, donde en la ficción estuvo prisionero el Conde de Montecristo, obra literaria del novelista Alejandro Dumas.
El paseo se completa con la isla de «Frioul», que cuenta con bares y restaurantes donde pueden degustarse exquisitos mariscos y creppes rellenos, a precios razonables (menú entre 13 y 16 euros más bebida). En ambos lugares se puede hacer playa.
Con un día de tiempo, hay que visitar Les Calanques, en las afueras de Marsella. Es la imagen de la típica postal de aguas turquesas, acantilados blancos y apartadas calitas -pequeñas playas y pozos profundos en medio de acantilados-, ideal para nadar y hacer snorkel o submarinismo.
Los paseos en barco desde el «Vieux Port», tiene que estar en su agenda. En el fondo se aprecia la ciudad de Marsella y por delante la «Ile d’If», morada carcelaria del Conde Montecristo en la novela de Alejandro Dumas. |
La cocina francesa
Habitualmente asociamos la gastronomía francesa con la alta cocina, sin embargo los franceses no preparan esta cocina en su vida diaria. En el sureste está caracterizada por influencias italianas -la aceituna, las finas hierbas, el tomate-, en la costa del Mediterráneo, abunda la combinación con mariscos y pescados.
Una comida formal está compuesta de un aperitivo, puede ser oporto o mistela. Una entrada muy liviana, como una ensalada o una porción de tarta. Luego el plato principal: carne o pescado, acompañados de pasta, arroz o legumbres. Antes del postre, una selección de quesos para degustar. El postre es fruta o algo más elaborado, pero generalmente simple. Lo habitual es concluir la comida con un café solo y algún «bajativo» con alcohol.
Cuarta parte>>
Boulangerie & Patisserie
Viene a ser la «panadería y la repostería» artesanal y es una cualidad que destaca a este renglón de la gastronomía francesa.
En cualquier establecimiento, grande o pequeño, en un súper, en un drugstore, en los paradores de las rutas, donde haya «pattiserie», hay calidad, buen gusto y sabores exquisitos. Mucha crema, mucha azúcar y mucha manteca, es la presencia que halaga el paladar y engrosa la cintura (lógico, si es rico ¡engorda!).
El croissant forma parte de la vida diaria, un pastel crujiente de origen austríaco hecho con una pasta a base de levadura y manteca (en ocasiones se sustituye por margarina). Nuestra versión es la medialuna. Croissant quiere decir creciente, es decir, que está creciendo y se refiere en general a la fase creciente de la luna y en particular en el caso de este pastel, quedó como símbolo de los musulmanes.
Las baguettes, deliciosas, de hasta un metro de largo. Llevan agua, harina, levadura y sal, cualquier otro ingrediente las desvirtúa.
«Autogrill»
En las autopistas, hay lugares de descanso cada 30 kms. algunos sólo con baño y agua, otros con paradores, entre ellos, mención aparte para la cadena con la marca «Autogrill».
Limpios, ordenados, con buena atención, comidas rápidas y otras más elaboradas, excelentes.
Un hallazgo para lo que uno espera de un «fast food» rutero. Además tienen un pequeño súper, donde no faltan verduras y frutas frescas, regalería, libros, música, de todo. Generalmente acompañan a estaciones de expendio de combustible. |